miércoles, 21 de enero de 2015

Tengo Collareja

Herasto y Manolo en los limites del Parque Nacional Darién, 1988. Trabajando para la Asociación Nacional para la Conservacion de la Naturaleza (ANCON).


Por: Manolo Alvarez Cedeño / Periodista y amigo de Herasto. 
(Nota escrita el 27 de Octubre del 2005 con motivo del fallecimiento de Herasto)

Caminábamos por la espesura de la selva darienita, después de haber viajado dos horas en piragua, por el rebelde Tuira, para llegar a Boca de Cupe, el último pueblo grande, antes del peligroso cordón limítrofe con Colombia. Era un año enredado, difícil, duro, durísimo, sobre todo para los que habíamos perdido la fuente de trabajo, porque el régimen militar cerro la empresa. En 1988, las cosas continuaban de mal en peor. Eso nos impulsó a aceptar una oferta de trabajo de ANCON (Juan Carlos Navarro), para elaborar una serie de reportajes sobre la naturaleza, allá bien arriba, donde casi nace el torrente del río Cupe, con sus más puras y cristalinas aguas, que cualquiera que se pueda comprar embotellada. 

El camino fue largo, primero a caballo, hasta donde se pudo, y luego a pie, Por espacio de cuatro horas, incluso cruzando de noche, algunos enfurecidos ríos, y otras inquietas quebradas. Éramos el, dos guardabosques, una científica estadounidense (Murausky), el biólogo Brandaris, el negrito timbo "Cachaco" (el guía), y yo. Su andar era cortito, pero contundente, con energía, y sin signos de cansancio. Calzaba unas enormes botas militares, que por supuesto no le quedaban apretadas, sino probablemente todo lo contrario. 

Durante el recorrido, nos vacilamos constantemente; No deje de joderlo, por su barba, la que algunas veces parecía enmarañarsele con la maravillosa jungla darienita. Esa barba de chivo, de la que tanto hablan sus adversarios. Me dijo que era parte de su personalidad, y de su look, aunque yo le riposte que casi parecía un nido de alguna ave descarriada. Seguimos el andar. Caminamos y caminamos, hasta llegar al estación forestal de cruce de mono, bien metido, bastante cerca de la mina de Cana, que aún nos regala aquellas botellas de camema con el sello Edimburgo Portobelo, como prueba de una lejanísima historia de intentos de colonización extranjera de las montañas de Darién. Lo recuerdo acostado, sobre una enorme roca, a orillas del torrente del Río, recibiendo el toque casi mágico y cariñoso, de aquella brisa que cabalgaba a lomo de esa líquida corriente. Allá viene adentro de esa montaña, escuchamos por primera vez la palabra "collareja",un invento de "Cachaco", para describir la nostalgia, y la tristeza que embarga a una persona, cuando recuerda a sus seres queridos, o alguna cosa que ha dejado atrás. Estuvimos una semana, metidos allá, aprendiendo a identificar los sonidos diurnos y nocturnos de la jungla. Hablamos de lo duro que es estar sin trabajo, sobretodo si Argentina pone esa nefasta situación. Lo conocí más profundamente, porque sé que en aquel entorno el alma de la gente se hace más transparente. Días después, retornamos a la ciudad, con la "collareja", de esa hermosa e imponente jungla, tan cercana y lejana. Y volvimos a la militancia por los ideales eternos, que todo hombre lleva dentro. Caminando las calles, para exigir mucho más que la reapertura de la empresa; para pelear por la defensa de la libertad de expresión, pero para todos. Vestía como siempre le gustaba hacerlo; con libertad, sin complicación, con sus jeans desteñidos, sus cutarras, como para no olvidarse nunca que era de Vallerriquito, y aquella chacara que le colgaba de uno de sus hombros. Nos hicimos amigos en ideales, y en amistad. Pasaron los años; nos fortalecimos en la batalla constante por la profundidad de la vida.

Saborié sus triunfos literarios, como la novela que contó la historia de la morena "Cokinish"; mientras él brindó siempre por mis logros periodísticos. A inicios de la década del 90, cuando el alma del país se convulsionaba por la invasión, y por el dolor de tantas muertes, tuvimos tiempo para hacer relajo, luego que en una manifestación el arrastrara una bandera estadounidense, para después quemarla. En el choteo, hasta una caricatura le hicieron. Por supuesto que el gozo el vacilón, aunque lo aprovechó para hablar en serio de su compromiso antimperialista. Después, una que otra vez, alzamos la copa por la vida, él con un pequeño sorbo de "bloodymary" que le gustaba, aunque nunca más allá de una copita; yo, por supuesto, con más de cinco cervezas, tan heladas, como aún me encantan. Más adelante, el tiempo siguió sin pereza, con la seguridad de que infinitamente le sobra reloj, para ir donde quiera, sin que nada ni nadie lo pueda detener. Pero en 1999, nuestras vidas tomaron diferentes rumbos, a nivel profesional, porque así paso, y simplemente se dio. Nos alejamos un poco, porque así es la vida, pero nunca dejamos de estar conectados espiritualmente. Hermano; compañero Herasto, "obvio" (como siempre decías tu), que te extrañaré. Y estoy seguro que si Dios se descuida un poquito, empezarás a hablarle, primero quedito del socialismo, para luego tratar de inscribirlo en las filas del (desaparecido) Partido Socialista de los Trabajadores. Hasta luego hermano. Claro que tengo una profunda "collareja" por tú partida.

1 comentario:

  1. Hermoso homenaje y merecido, Herasto un patriota de verdad. Y tu Manolo mis respetos honrar honra.

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